343. «El médico a palos». Molière

Libro de «ayer»: 1666

MOLIÈRE. El médico a palos. Biblioteca Edaf. Madrid. 2008. Pág. 27 a 82

Prólogo y cronología de Ángel García Pintado.

Género: teatro. Época: mitad siglo XVII. Ámbito geográfico: indeterminado

Para evitar reiteraciones respecto a apuntes biográficos del autor – Jean Baptiste Poquelín (París, 1622 – 1673) – conocido en la literatura universal como Molière, remitimos a lo indicado en entrada número 341 del blog («El misántropo»).

Obra estructurada en tres actos, conteniendo cada uno de ellos seis, nueve y once escenas respectivamente. Doce son los personajes (además de un grupo de campesinos) que aparecen en el escenario. Está ambientada en tres espacios escénicos diferentes, uno por cada acto: una selva, en casa de Geronte y en un paraje próximo a la casa de Geronte. La trama gira en torno a la venganza urdida por Martina, por causa de los malos tratos que le propina su marido, Sganarelle, un leñador, flojo para el trabajo y algo borrachín. Además de otros calificativos nada agradables con los que proporcionaba su sufrida esposa. En un momento en que Geronte ordena a su criado Valerio que busque a un médico para que sane a su hija Lucinda es cuando entra en escena la descabellada idea de Martina, quien hace ver a Valentino que Sganarelle es médico, y que sólo reconoce serlo cuando se le obliga a fuerza de golpes: «no dirá nunca que es médico como se le antoje, si no cogéis cada uno un palo y le obligáis, a fuerza de palos». De ahí el título de la obra. Así lo hacen y así llevan al leñador a casa de Geronte, creyendo todos que se trata, realmente, de un médico, caprichoso, raro y estrafalario. Sganarelle suple su desconocimiento de medicina presumiendo de referencias a clásicos como Hipócrates o Aristóteles, los que escuchó cuando sirvió durante seis años a un médico famoso. La enferma, Lucina, era la hija de Geronte. Su mal consistía en que se había quedado muda. Pero no era tal cosa sino una simulación en rebeldía hacia su padre que no admitía se casara con Leandro por no tener fortuna, como si la tenía el joven que le imponía su padre.

Elementos comunes en las tres obras hasta ahora comentadas de Molière las crítica a los médicos de su época, unas veces por usar expresiones difícilmente comprensibles por los no profesionales, otras por no acertar con las soluciones («El error no es nunca del médico; siempre tiene la culpa el que fallece», afirma Sganarelle). Es posible que esa rechazo de Molière hacia los médicos pudiera provenir de su propia enfermedad, la cual no lograban curar. Otra cuestión que trata, al igual que en el caso de «El avaro», es la imposición social de los padres de la época para casar a las hijas con quienes a ellos convenía y no con quienes ellas deseaban.

Comicidad, ironía y crítica social son formas narrativas que utiliza magistralmente Molière y logran sacar, de forma continuada, la sonrisa del lector o espectador.

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